NARANJO
La paciente ingresada que, por su enfermedad, no puede comer naranjas, siempre las pide de postre. Desde la cocina del hospital le llegan cada día en la bandeja y ella, las va colocando en hilera junto a la ventana. Una más, solamente una más y el árbol que imagina a través de los cristales, acabará por hacerse real.
BUFANDA ETERNA
Desde su mecedora, la mujer teje una bufanda eterna, porque no sabe tejer otra cosa. Teje y se mece, se balancea y gira otro punto. Sabe que el tiempo corre en su contra pero tampoco lo piensa demasiado. Ella teje y teje y la bufanda se va perdiendo por el suelo, se descuelga por la ventana y acaba enrollada en el cuello de quienes pasean por la calle. Y así, aunque el reloj avance, sus pensamientos y emociones acaban filtrándose por la lana hasta llegar a otras gargantas.