La chica en patines salió sin zapatos y sin móvil de casa porque total, no me hacen falta, así voy más ligera y tengo el parque enfrente. La chica en patines hizo el recorrido estipulado que ese día el profesor les había preparado para practicar por la ciudad y saber frenar a tiempo ante cualquier imprevisto. La chica en patines estuvo dos horas por aceras y carriles bici, pasos de cebra y semáforos, cuestas arriba y cuestas abajo, hasta que llegó la hora de despedirse del grupo. Y como su casa estaba enfrente del parque y como el parque era una opción mucho más atractiva que tener que llegar por el asfalto, la chica en patines decidió hacer el recorrido de vuelta por el otro lado de la valla. Cuando llegó hasta la puerta que daba acceso al cruce que la haría desembocar en su edificio, cuando el olor de la cena que sus hermanas ya estarían preparando salía por la ventana hasta confundirse con otras cenas de otros hogares, la chica en patines se dio de bruces con la puerta del parque cerrada a cal y canto.
Sonrió sorprendida, pues nunca se le había pasado por la cabeza encontrarse en una situación parecida, y se paró durante unos segundos antes de ser plenamente consciente de que pasaban las diez de la noche y de que la oscuridad, más allá de los primeros árboles, era absoluta. Su sonrisa se volvió poco a poco más horizontal, y cierto hormigueo empezó a subirle desde las ruedas. Bueno -pensó-, seguro que no soy la única que se ha quedado encerrada. La chica en patines decidió pedir ayuda a la primera persona que pasara por la acera; después de cinco eternos minutos, había empezado a sudar nervios. Tienes que ir hasta la puerta que está cerca de la fuente del Ángel Caído, es la única que permanece abierta. Por fin una voz amiga que dejó el consejo y se marchó. Y rodando, la chica en patines recorrió todo el parque en busca de la salida. Cruzó la puerta, bajó la cuesta hasta la carretera y esperó a que pasara un taxi, pues sus piernas ya no respondían. Pero ni taxi, ni coches, ni ruido. Solo personas, personas oscuras, personas en patines rodando por la ciudad con la mirada perdida. La chica en patines dio media vuelta, subió la cuesta y se dejó engullir de nuevo por el parque.
Tu relato me ha evocado el recuerdo de cuando era pequeño y veía a chicas patinando en el carrefour, y me contaban que estaban trabajando… no me lo podía creer, desde mis pueriles ojos me parecía un trabajo maravilloso pasarse el día patinando por el carrefour.
:*
Qué gran recuerdo para una segunda parte del relato, o quizá, para una colección de chicas en patines.
Yo creo que está pidiendo a gritos una segunda parte
Si, necesitamos saber en que queda el relato xf.
Me tiembla el alma, ¿qué será de esta pobre chica que salió a vivir un momento y accidentalmente resbaló a otro? Es arriesgado jugársela a una sola carta, más propio de los jóvenes y de los malos aventureros, aunque creo que una vez en el «fregado» la mayoría tampoco nos hemos llevado mucho más que un susto, una pequeña lección más de todas las que nos dan forma.
Es bello y estimulante, me encantan los finales abiertos. ¡Más!
Pues para la colección de chicas en patines…Tú misma.Te recuerdo rodando por Santa Pola y Arenales.Me gustan las imágenes que evoco de tí así.
Y los patines de hielo.Hay plazas en ciudades con inviernos muy muy frescos que se convierten en pistas de hielo al aire libre y es una pasada ver patinar o incluso tirarse en trineo en medio de la ciudad.
Mi más sincero respeto y admiración a todas aquellas chicas con tal sentido del equilibrio tan trabajado que pueden aventurarse a salir así,tan ligeras como la protagonista.