La tarde en la que el perro número un billón fue sacado a pasear con su jersey nuevo, los perros del mundo vieron rebosar su paciencia y se levantaron contra los seres humanos.
–Un momento, ¿no será este el mismo cuento del otro día, esta vez con perros, y que nos lo quieres colar como si fuera uno nuevo, verdad?– dice un lector anónimo.
–Puede ser, aunque ese no es asunto tuyo, ¿no te parece?-, responde la escritora, algo molesta.
Y el lector decide dejar de leer, porque le han herido su orgullo y porque además,
no está dispuesto a perder el tiempo con otro cuentecito de seres inertes que cobran extrañamente vida en medio de mil y una metáforas. Él quiere leer algo tangible, algo más mundano y menos fantástico, y si hay algún muerto mucho mejor.
Así que decide irse a pasear con su perro. Le pone la camiseta de Superman y sale a la calle. Camino del parque se tropiezan con un bulldog, un carlino y un chihuaha: sudadera, chaqueta tipo boxeador y vestido, respectivamente. Cuando llegan a la esquina, un dálmata, un caniche y muchos mestizos: coletas con lazo y muchos jerseys de punto mezclando colores imposibles. Al entrar en el parque el armario ya está completo con botitas, capas, chubasqueros e incluso algún traje de leopardo.
De regreso a casa le quita a su perro la camiseta y la cuelga al lado de sus propias chaquetas. Limpia el polvo a los juegos de mesa y recoloca los pósters de cine que adornan su salón, para acabar la tarde sentado en su butaca reciclada hojeando la colección de antiguas revistas de televisión que guarda desde hace más de veinticinco años.
En un momento de lucidez, el lector se queda mirando fijamente al perro y el perro le devuelve la mirada: ambos conectan como nunca antes imaginaron. Una profunda punzada en el pecho le hace hundirse en la butaca y le mantiene inmóvil durante unos segundos que parecen estirarse sin fin. El lector se incorpora y busca la página web que ha estado esperando durante tanto tiempo. Rellena los datos que le solicitan y le confirman que mañana a primera hora su esquela saldrá publicada en el periódico. Y como no le gusta dejar las conversaciones a medias, retoma el relato que había empezado a leer antes de su paseo.
–Gracias, querida escritora, por hacer de mi vida un cuento – escribe el lector en el aire y con cierto sarcasmo a modo de despedida
–Vaya– se sorprende la escritora- tampoco era para tanto
El caso es que me quiere sonar…
😉
Muy divertido!
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia,…, y lo sabes.
Muy ingenioso, me ha sorprendido
Genial 🙂
¡Superándote!,hoy sentí de cerca tu espíritu creativo a través de rescatar la esencia de cuanto te rodea.Una pasada.
¡Qué gusto de lector@s!
Realidad – Ficción – Realidad – Ficción.
Hermenéutica en estado puro. De lo particular a lo general y de lo general a lo particular, pasando por la retina de un lector ¿ficticio o verdadero?
Jeje