Ruido

Cornwall 2012 2 264

Ruido. Voces molestas, risas estridentes. El tráfico y los conductores impacientes que creen desahogarse tocando el claxon o gritando. Obras, obras y más obras (y no de teatro, precisamente). Tiendas de ropa que parecen vivir en un afterhour eterno. Música sonando en los móviles como discotecas andantes, gente hablando por el móvil y aireando sus asuntos hasta incluirte sin preguntar. Máquinas de la limpieza paseando a horas intempestivas por el centro de la ciudad, que te despiertan a media noche, que te ensordecen sin dejar que puedas seguir con tu conversación, que contaminan con el ruido y la energía que consumen mucho más de lo que limpian. Todo eso y mucho más, es ruido.

Hay un tipo de ruido que nace de datos mal aprendidos, de falsas realidades asumidas inconscientemente y, a veces, de la simple ignorancia. El pasado sábado 16 de marzo, en el programa de Pepa Fernández en Radio 1 “No es un día cualquiera”, el debate de turno estuvo relacionado con la estética. En un momento dado, una de las contertulias, María Díaz, hizo referencia a la película Freaks. La parada de los monstruos, apostillando que era –la película de Murnau-. Inmediatamente, intenté ponerme en contacto con el programa vía telefónica, dado que ofrecen la oportunidad de participar y quería corregir quién era en verdad el director de dicha película. Nadie contestó al teléfono, imagino que porque la tertulia estaba a punto de acabar y ya habían dejado de recibir llamadas, así que me dispuse a colgar el comentario en el muro de Facebook; no hizo falta, otra oyente se había adelantado. Esperé a ver si la presentadora o algunos de sus colaboradores corregían el equívoco, pero no fue así. No pude acabar de escuchar todo el programa, pero imaginemos por un momento que pasaron el dato por alto y que, alguien que no sabía nada acerca de la citada película, memorizó la información de manera incorrecta. Es posible que desde ese día, alguna o algunas personas hayan empezado a creer que fue Murnau, y no Tod Browning, quien dirigió la película Freaks, un dato quizá insignificante para alguien, pero no para Browning.

Hace cosa de unos meses, estuve viendo en clase temas relacionados con encuentro entre diferentes realidades socioculturales, convivencia y conflicto intercultural. En uno de los comentarios que l@s alumn@s entregaron sobre estos temas (y teniendo en cuenta su edad, 18 años, y el lugar en el que se encuentran, primer curso de un grado universitario), pude encontrar la siguiente reflexión:

“No podemos sentirnos superiores, ya que de los negros hemos cogido cosas como por ejemplo la música, el jazz o el blues, y nos han regalado artistas tan magníficos como Ray Charles o autores como García Márquez, e incluso en la gran pantalla actores negros como Jamie Fox o Denzel Washington, y la gran novedad del siglo XXI, el primer presidente negro en toda la historia de Estados Unidos, Barak Obama»

Entiendo, ávida lectora/or, que habrá habido al menos un aspecto en este párrafo que haya llamado tu atención; yo, la verdad, aunque creo haberme percatado la primera vez que lo leí, tuve que volver a hacerlo un par de veces más para acabar de creerlo. Sí, efectivamente: resulta que ahora nos enteramos de que García Márquez, es negro. Y errores, despistes o falta de conocimiento aparte, García Márquez es negro en la mente de quien así ha escrito sobre él, lo es sobre el papel, en la memoria y en la fuente de la que esta persona bebiera para construir semejante idea.

Vivimos rodeados de tal torrente de información que, muchas veces, ésta se convierte en ruido, pierde su principal objetivo y acaba desinformándonos. El exceso diluye la capacidad de concentración y dificulta el modo de seleccionar qué es aquello a lo que merece la pena dedicarle nuestro tiempo. El “ruido” de datos nos hace perder la perspectiva a la hora de poder conocer con mayor profundidad y, al final, nuestro pensamiento pasa de puntillas en lugar de lograr dejar huella.

Existe también un tipo de ruido que podemos sentir en las tripas, en la lógica o en la mirada. Hay ruido cuando al ver cierta noticia en un telediario, acaba y no sabes realmente de qué ha hablado o cuál era en realidad el propósito de la misma: te queda una extraña y confusa sensación de creer que la idea era, pongamos, el drama que representan ciertas situaciones de separación y divorcio y cómo afectan dramáticamente a los hij@s implicados, cuando en realidad no has visto ni oído más que gritos y amarillismo barato, imágenes repetidas y datos escasos, confusión y morbo.

El ruido es también saturación, repetición hasta la saciedad de un mismo hecho hasta llegar a creer que, en realidad, no existe nada más importante en ese momento, y que aquello que te encuentras en cualquier medio de comunicación, importa realmente a la mayoría de los mortales. Entonces te preguntas si el problema es tuyo, porque quizá no estás valorando en su justa medida la relevancia del evento; afortunadamente, ese pensamiento se pasa. Cuando hace unas semanas se eligió al nuevo Pontífice, TVE llevó a cabo una desmedida cobertura del acontecimiento, ya que no solamente se trasladó para emitir los telediarios desde el propio Vaticano, sino que, además, contaba con dos enviadas especiales, aparte de la corresponsal habitual. ¿Era necesario todo ese despliegue de medios?, ¿acaso la información no podía haber llegado de igual manera de una forma más comedida y quizá ajustada tanto a la situación económica, por un lado, como a la humildad que la religión católica debería representar, por otro?

El ruido es también contaminación acústica, como las palabras que nos dicen o que escuchamos, que nos cuentan o que nos llegan de casualidad y se quedan pegadas como un chicle caliente por el sol en la suela de nuestro zapato: ¿cómo quitarlo de ahí sin que resulte pringoso y desagradable, sin olvidar cada vez que damos una nueva pisada, que alguien lo tiró sin miramiento alguno para que cualquiera pudiera aplastarlo? El otro día, una persona de confianza escuchó en boca de una profesora de Literatura, que, no solamente desconocía la palabra “homólogo”, sino que, además, justificaba su desconocimiento con el supuesto hecho de que la palabra sería más bien propia del lugar de procedencia de aquel a quien se la había oído pronunciar (Uruguay). Imagino que, al igual que en el caso de la radio, aunque esta vez por omisión, l@s alum@s de esta profesora no conocerán nunca que “homólogo”, del latín homologus y del griego ὁμόλογος (perdón por la pedantería), significa que presenta homología, es decir, “relación entre las personas que ejercen cargos iguales en ámbitos distintos”, y que desde luego es una palabra que continuamente podemos oír en los medios de comunicación cuando hablan de cargos políticos semejantes en países diferentes (incluyendo, claro, a Uruguay).

También existe ese ruido chirriante semejante al chillido de Daryl Hannah en Splash (1984) cuando le dice a Tom Hanks su verdadero nombre de sirena (y cuyo estridente tono acaba por reventar todos los televisores del centro comercial). Ese sería el efecto de escuchar a Mª Dolores de Cospedal hablando hace unos días sobre la conciliación personal y laboral con un discurso en el que, primero se quejaba de lo injusto que resulta habla de “mujeres” en general, como si todas fuéramos iguales, para, a continuación, hablar de que cuando el “hombre” (así, en abstracto) concilia, lo hace para: (a) echar la partida, (b) tomar una cerveza, (c) jugar al tenis o (d) ver el fútbol (y no, no hay opciones de no sabe / no contesta, o todas las respuestas son falsas). Ese es también el efecto de escuchar al abogado Ángel Pellús afirmando en defensa de sus clientes (dos skinheads acusados de darle una paliza a una persona sin hogar y, como consecuencia, provocarle un grave traumatismo craneoencefálico), que los mendigos son un cáncer para la sociedad. Ruido, guitarras desafinadas, roncas y afónicas gritando como hienas absurdas y rabiosamente poderosas.

Recientemente, retomé el libro de Filosofía que utilicé en lo que entonces era 3º de BUP. Revisando la presentación que, su autor, el profesor César Tejedor Campomanes hace, me quedé sobre todo con esta frase:

En un tiempo en el que el pensamiento parece haberse debilitado, sigue siendo indiscutible que no podemos renunciar a pensar. Porque en ello va nuestra libertad: otros se encargarán, si no, de pensar por nosotros

El libro fue aprobado por el Ministerio de Educación y Ciencia en 1984, es decir, hace 29 años, pero la idea es fresca, actual y fuerte, muy necesaria para lograr encontrar sonidos con sentido en medio de tanto ruido.

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6 comments

  1. David Gómez dice:

    Al leer el título de la entrada, he recordado la canción de Joaquín Sabina – “Ruido”. No la incluyo, porque leyéndola he llegado a la conclusión de que tiene que ver con la entrada, pero no lo suficiente.

    Es asombroso, también pienso en la dificultad que supone estar en silencio. Con mis alumnos hago sesiones de Psicomotricidad, y en ellas hacemos ejercicios de relajación y también otro tipo de ejercicios en los que se pide que hablemos con nuestro cuerpo, y no con palabras. Esto les resulta muy complicado, supongo que a mí también me supone un reto estar en silencio.

    Lo he pensado en más ocasiones, y soy de esos que no quiere estar en silencio en casa, y utiliza la radio, aunque sólo sea para que su sonido me acompañe. En fin, hoy me propongo parar e intentar ser silencioso, y sólo escuchar el sonido de mis pensamientos, aunque sea durante 5 minutos.

    Un saludo,
    David.

  2. Channing dice:

    Y yo me pregunto, ¿qué es lo que se escucha en las Lagunas de Ruidera?

    (cri, cri, cri, cri…)

  3. Gonzalo dice:

    Mil gracias, por dar nombre a todas esas sensaciones cotidianas y tan molestas…ruido.

  4. Carolina Díez dice:

    Me ha encantado la entrada porque, como ha dicho Gonzalo, has puesto nombre a esas cosas molestas del día a día que nos perturban y no dejan escucharnos. No nos dejan decidir o pararnos a pensar en lo más conveniente.
    Estoy de acuerdo en el bombardeo de información qque sufrimos y la cual muchas veces es falsa. Pero que muchas veces damos por cierta porque no nos molestamos en contrastarla o criticarla. Como profesional de la salud me doy de morros todos los días con gente que lee en internet verdaderas barbaridades( o se lo ha dicho la vecina del quinto) y las dan por buenas. Y tú que llevas toda la vida estudiando y te basas en evidencias científicas( que ahora es la «biblia» de las ciencias) das voces en el desierto.
    Me encanta que hayas nombrado a Cospedal…esta mujer cada vez que abre la boca chirria como en la escena que cuentas de Splash…al menos mis oídos se dañan al escucharla.
    Como siempre me encanta leerte. Un saludo

  5. Celia Sánchez Dominguez dice:

    Estoy totalmente de acuerdo, tenemos tanta información…..que a veces no somos capaces de retenerla o de no enterarnos de nada. En cuanto a T.V a veces dicen los periodistas unas barbaridades, que parece increible que hayan pasado por una Universidad. En fin ruido, ruido, mucho ruido, como dice Sabina….y pocas nueces(eso dice el refrán, que no yo). Gracias por tus escritos.

  6. ana poveda dice:

    Recuerdo un taller que se titulaba «cómo hacer que tus alumnos te escuchen».Miquel Tort distinguía entre ruido externo e interno.
    El externo podía ser un avión rompiendo la barrera del sonido y dejándolo apreciar en una especie de golpe invisible en la ventana de clase,o arrastrar el pupitre,o el clic-clic del dedito que juega con el boli.
    El interno se ubica en nuestros cocos.Pensar en qué vas a hacer cuando salgas al patio,recordar el almuerzo que te han puesto en la mochila o centrarte en el dolor de una uña excesivamente apurada,…mientras la profesora explica en sintagma nominal.
    Decía también que el ruido externo es menos posible de ser controlado por el propio individuo que el interno.
    Si,Virginia.Demasiado ruido.¿De cuál hay más?

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