Salvando las distancias

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Nunca me gustaron las películas en versión original,…, aunque nunca las había visto. Mi prejuicio hacia ellas se fue construyendo a partir de los comentarios que escuchaba de mi padre, gran amante del cine y de las grandes voces de doblaje españolas, quien aseguraba –o leo o veo la película: las dos cosas es imposible-. Entonces cambié de ciudad y entonces, pude empezar a ir a algunos cines en los que las películas se proyectaban en su idioma original. Y fue en aquel momento cuando me di cuenta de que el doblaje, maravilloso como arte vocal, oculta tras una cortina invisible todos aquellos matices que actrices y actores ofrecen como parte de su trabajo. Pero eso es algo que solamente pude entender al acercarme al cine de un modo diferente.

iO Tillet Wight es una artista estadounidense que en el año 2010 empezó lo que se ha venido a conocer como Self Evident Truths. Usando la fotografía como soporte, el proyecto ha consistido en recopilar por todo el país, retratos de personas que no se definieran como 100% heterosexuales (un término tan difícil de definir como de cuantificar). La última revisión del “contador de retratos” localizado en la página web, indica que, a día de hoy, son más de 1700 los rostros fotografiados por Wright. Y, por supuesto, la cifra sigue aumentando.

La fotografía goza de un enorme poder a la hora de acercarnos vidas lejanas y, sobre todo, desconocidas. Como iO afirma en la conferencia TED realizada el pasado mes de diciembre, mirar a los ojos de la gente, nos permite pararnos por un momento y observar de cerca aquella realidad o aquel individuo que, de entrada, nos causaba temor: “en una fotografía puedes examinar los bigotes de un león sin temer que te arranque la cara”. Y, al hacerlo, humanizamos a quien, antes, era solamente un extraño, un otro, un colectivo ajeno a nosotros, un ellos abstracto.

Veamos, ¿cómo podríamos definir extraño? Extraño es todo aquel que no pertenece a mi grupo y del que no conozco su pauta cultural de vida grupal, dijo Alfred Schutz en 1974 (Estudios de teoría social. Amorrortu: Buenos Aires). Extraño es algo o alguien diferente, ajeno, impropio. Extraño es, en casi todos los casos, el adjetivo que usamos para referirnos a aquello que desconocemos. Y lo desconocemos porque no está dentro de nuestra parcela vital, de nuestro día a día, de nuestra ordenada realidad. Quizá porque resulta complicado, geográficamente, que lo llegue a estar. Quizá porque vive a la vuelta de la esquina pero, simplemente, lo ignoramos de forma consciente, porque no nos interesa. Y es, de ese modo, como construimos nombres para referirnos a los ancianos, los homosexuales, los ecuatorianos, los jóvenes o los mendigos, por ejemplo, como un ente global y alejado de nuestro mundo, al que conocemos bien, o al menos eso creemos. Pero la cosa cambia cuando se trata de personas con nombre y rostro propio, capaces de mirarnos cara a cara y demostrarnos que son individuos diversos, y no parte de una masa anónima.

Gloria Iglesias, antigua trabajadora de Iberia, comenzó en el año 2000 su Proyecto Gloria, destinado a ayudar a hombres sin hogar y con problemas de drogodependencia. Actualmente convive con nueve de ellos, a quienes ayuda a salir adelante gracias a la recogida, restauración y venta de enseres de segunda mano. No se conocían de nada, eran extraños por completo, pero esa distancia simbólica que les separaba se convirtió, gracias a una predisposición abierta a querer confiar, en cercanía, comunicación y apoyo.

En la película Gran Torino (2008), Clint Eastwood es Walt Kowalski, un malhumorado veterano de la guerra de Corea para quien sus vecinos asiáticos no son más que aquellos inmigrantes chinos que están ocupando el barrio en el que ha vivido toda la vida. Pero todo se transforma cuando uno de ellos deja de ser un desconocido, y cuando la cercanía física pasa a ser igualmente emocional.

Philippe (François Truzet) es un aristócrata confinado a una silla de ruedas a raíz de un accidente. Driss (Omar Sy) vive en un barrio marginal de París. Dos mundos en una misma ciudad que, aparentemente, parecía imposible que llegaran alguna vez a encontrarse. Pero así fue. La maravillosa Intocable, a través de la ficción, nos habla de amor y de amistad; la historia real que recrea, nos ayuda a entender, sin ningún esfuerzo y con un goce absoluto, lo fácil y positivo que es humanizar a quien, en un principio, quizá ni tan siquiera hubieras percibido. Porque al reconocer su amplia identidad, el discapacitado y el inmigrante, se vuelven personas.

Sigo viendo películas dobladas, menos que antes, eso sí, pues he aprendido a escuchar, leer y disfrutar de una película al mismo tiempo. Y creo que no hay nada como escuchar a alguien directamente con su propia voz.

La familiaridad es realmente la droga de iniciación a la empatía (iO Tillet Wright).

Es evidente, es verdad.

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